¿Tomaste la medicación?

-¿Tomaste la medicación? Acordate que es una cada doce horas. Si te olvidas vienen los temblores de nuevo, y la abstinencia empieza a tomar lugar en el pecho. El psiquiatra te lo dijo como cinco veces "no te vayas a olvidar de la medicación" y si tenes re caída de nuevo empezamos a tener problemas, porque no hay plata para volver a Córdoba. Hacelo por mí, si ya no te alcanza que te pida que lo hagas por vos ¿me entendes? Y no fumes más, la marihuana ya está, bastante tenes con la medicación, no quiero que sigas dependiendo de cosas ¿sí? ¿Me escuchas? En unos meses más vas a poder ir a trabajar de nuevo, vas a hacer tu vida normal otra vez.
Habla todo de corrido, rápido, apenas logro agarrar esas palabras mientras pinto un librito de mandalas que me regaló la estatua de la peatonal. Estoy en silencio, como de costumbre. Ella lava los platos, y yo pinto. El lienzo se llena de colores magenta y cian, no tienen buena composición pero me gusta, son colores raros como yo. Me encuentro en la rareza porque soy la rareza en persona.
La gente huye de mi, y si no lo hacen me asustó y huyó yo de ellos. Escapo porque me acostumbré al desastre, a la frialdad que te regalan los sábados por la madrugada cuando las pastillas hacen efecto, mientras los pibes bailan con duendes de bonetes fluorescentes. Me uno a los marginados porque yo soy uno o una de ellos.
La medicación. Es verdad, el psiquiatra me dijo cosas que ya ni me acuerdo, por ahí las digo en voz alta para no olvidarme pero me es inútil.
Ando en patas por la casa, una casa llena de puertas sin ventanas. Vivo de noche, porque de día todo es más pesado: la realidad cobra vida, una realidad a la cual ya no pertenezco. Por las noches caen las perras negras en los cuerpos de mis marginados, y creamos nuestra realidad que dura unas cuantas horas. Después de ello muero. Muero en el olvido, me empeñé tanto en olvidar que hasta me olvidé de la primer piba o pibe que me rompió el corazón, a tal punto que ahora veo sus ojos en la piba o pibe que duerme junto a mi en la cama de un telo de dos pesos.
Ayer leí a Neruda, habla del amor  como Maradona debe hablar del gol a los ingleses: un milagro, un puto milagro. Yo leo a Neruda con la misma admiración y sueño, con la cual un hincha debe mirar el gol de Diego. Caigo. Caigo sobre soles que alumbran cada tanto, y me refugio de quienes puedo hacer llorar a las tres de la mañana. Soy un especie de cactus que quiere agarrarse las manos con las mariposas, no, no te apoyes, por favor no lo hagas ¡tanto que te costó llegar a ser mariposa, para terminar apoyando tus patas en mis espinas! ¡no! ¿Que haces? ¿Por qué permitiste esto? ¿Acaso no te querés ni un chiquito? La mariposa me mira, entiende todo, aunque yo no lo diga.
¿Y la medicación? Vaya a saber. Ya no se. Me miró las manos y me pongo de pie. Ella sigue hablando mientras lava los platos, pero yo ya no estoy ahí, estoy en el baño pensando en todo, llorando por nada.
Se me caen las pastillas, y la yerba. Todos quieren fumar yerba, pero nadie me pregunta o se pregunta ¿por qué mierda dependemos de esto? No me cuestiono, ya dejé de hacerlo hace tiempo, a tal punto que ya nada me duele, todo me parece nada. Admiro a Neruda porque jamás podría escribir con tanto sentimiento como el lo hacía, porque tengo anestesiada el alma ¿cómo se huye de ello?
Silencio.
¿Tomaste el pensamiento de rescatar tus vírgenes ideas?
Todas las putas noches, tres veces seguidas, cada veinticuatro horas.
Tengo el alma anestesiada, ayúdame a despertarla.

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