La montaña de jazmines.
Es tarde. Es tan tarde que corres por la vereda de enfrente mientras nadie te persigue. Del otro lado de la vereda hay un silencio nupcial que te está chateando el alma. Yo creo que corres porque no querés escuchar esas voces que te dicen "para un poco, vas a envejecer"
No escuchas ni tus pisadas, ni las de cronos persiguiéndote en segunda, a uno de tus lados.
Las únicas luces que hay son las de la avenida principal, alguna que otra luz de neón recordándote que tal vez ya es momento de hacerle caso a tu psicólogo en eso de buscar algo nuevo que hacer.
Lo nuevo que hacer es callar las voces que te hicieron emborracharte y golpear las cosas ayer por la tarde, es parar de correr por la avenida a las tres de la mañana como si fueran las cinco de la tarde, imaginando que alguien te persigue cuando en realidad solamente hay un cielo contemplando la locura que te ahorca hasta las heridas.
Para un poco, para ¿hasta dónde te van a dar las piernas? ¿Estas haciendo algo nuevo?
Te frenas de golpe y sentis como tu respiración comienza a hacerse cortante. Tan cortante como la última vez que besaste, para luego despedirte ¿otra vez buscando algo nuevo que hacer?
Ya no hay tiempo, porque mientras vos corres todos están quietos mirándote los pies "¡Che para un poco! ¿De quién corres?"
Vos no haces más que pactar con el silencio nefasto pero a la vez cumpa de la noche. Cronos está mirándote del otro lado de la multitud
Che no puedo parar, porque estoy corriendo de mi.
¿Y si te alcanzas que pasa?
La paz
¿Y qué hay de malo con la paz?
La verdad.
¿Y qué tiene de mal la verdad?
Que me destruye
¿Pero qué tiene de malo ser destruido?
Que ya no se como construirme.
Te detenes en seco, enfrente hay otra montaña llena de jazmines, pero en el medio está el abismo.
Saltas, y la naturaleza cruza los dedos.
Saltas, y yo creo en la locura de los valientes.
Saltas, y los jazmines aplauden entre medio.
Cerras los ojos, y cuando los abris: luz, claridad, el blanco con el verde te hacen un festín.