Circense

Acabo de encontrarme la carpa de frente y tuve que entrar. Me recibieron un par de señores con galeras con dibujos de delfines en las puntas, acompañados de traje negro con brillantina dorada en cada manga. Están tan contentos de verme, como si hiciera muchos años que no me ven por acá, me llevan hasta la primer fila.
Todo ilumina la carpa, llena de gente, los de la fila de atrás hablan de lo fresco que está, los que están a mi lado me regalan una bolsa de pochoclos, y en la fila de la otra punta hay cuatro nenas eligiendo una de las linternas que venden los tipos de las golosinas. De repente las luces se apagan, y una voz profunda anuncia el espectáculo
-Por favor recuerden guardar sus celulares, también no vayan a olvidar de que no se permite tomar fotografías ya que el flash puede dañar el trabajo de los artistas.
Ahora si ¡Bienvenidos al circo turquesa! Un show donde se encontrará con grandes artistas, un show lleno de drama, adrenalina, locura y alegría. Estos tiempos modernos contaminados de gente fría ocultando sus sentimientos nos hicieron crear este circo, este show, para que cada quien que esté sentado disfrutando del mismo se sienta identificado, y al volver a casa (ya que todos se van, y nadie desea quedarse) recuerden que ser humano en esta generación ¡es un drama! Pues bienvenidos al drama, a la locura, a la alegría más grande de sus vidas, y les aseguro no van a encontrar un show igual nunca jamas.

Las luces se apagan y yo me acomodó. El enorme telón negro con purpurina plateada se abre y detrás de él sale un sin fin de bailarinas, todas riendo bailando al son de una canción que nadie entiende pero que de alguna forma nos hace levantarnos a todos para aplaudir, para bailar como se nos da la gana, porque acá nadie quiere bailar como nadie, todos queremos bailar como queremos, nadie está tratando de decirle al otro como debe hacerlo porque cada cual tiene su propia forma de bailar. Las bailarinas invitan a una cierta cantidad de hombres de ropa gris a bailar, estos se niegan, no saben, parecen enojarse ¡todos bailan menos ellos que no saben! Eso me hace enojar así que camino hasta ellos y los empujo ¡ya vayan a bailar, carajo, ya basta de querer bailar como nosotros! Suben, bailan, cantan, de repente están riendo, sus ropas cambian de colores como si se tratara de un caleidoscopio, las luces del circo están de todos los colores mientras que las bailarinas ríen a carcajadas.
Las luces se apagan, nuevamente estamos sentados, pero esta vez no hay sillas, está el piso de tierra, nos sentamos sin que nos importe y el telón se vuelve a abrir. De el salen dos payasos en monociclo tirando rosas color rosa, y contando chistes, la gente se ríe, yo me río, y no se porque pero recuerdo que están maquillados, que tienen pelucas y que seguramente están riendo falsamente.
Los payasos se bajan del monociclo, para sacar de sus bolsillos rociadores de agua, se echan en la cara el uno al otro, el maquillaje corre por sus caras dejando entre ver que debajo del mismo hay dos hombres comunes y corrientes, se sientan en el escenario mirando a cada uno de nosotros para comenzar a llorar. Lloran tanto que sus lágrimas son de cristal, sus lágrimas brillan y me hacen llorar a mi, nos hacen llorar a todos, pero con la particularidad de que lo hacemos tan naturalmente que empiezo a reír, me río de la tristeza, de lo fácil que es hacernos llorar porque no nos importa mostrarnos sin maquillaje, sin peluca, en fin no nos molesta no ser payasos, es igual reír que llorar, debajo de todo siempre estamos nosotros siendo más humanos que nunca. Ahora todos nos secamos las lágrimas y tenemos brillantina en nuestras manos, porque jamás dejamos de ser auténticos, jamás ocultamos esta osadía de ser y que nos arda hasta reír.
La luz se apaga, ahora estamos de nuevo sentados en el piso, pero descalzos. El telón se abre y de allí salen los trapecistas, una larga red cuelga de una punta a la otra, y los trapecistas comienzan a hacer acrobacias de una punta a la otra en las alturas, sin miedo a nada, confiando en que el universo esté listo para que el otro los reciba
-¿y si no?
Grita uno de los hombres de grises.
-¡Esta la red!
Responde en igual tono uno de los artistas. La gente se sorprende, estos locos no se cansan de jugar con sus vidas ¡pero no tienen seguridad, mira como se pasan! Yo los miro mientras como pochoclos con una sonrisa que seguramente ninguno de los presentes a visto antes. Las alturas, los riesgos, la adrenalina, son tan comunes en el circo que es casi genético.
La luz se apaga, el telón se vuelve a abrir y de el sale una chica con un paraguas, ahora llueve, mientras que en las alturas se ve una cuerda. La chica sube por las escaleras con un monociclo que lleva en su mano libre; una vez en ella se sube al monociclo, abre el paraguas y comienza andar sobre la cuerda floja, con miedo, mientras todos murmuran asustados, unos rezan, otros la alientan, pero yo me preocupo más por el que estará murmurando su mente. Ojalá que pueda, se que va a poder. Entonces la chica comienza a transitar la cuerda floja, todos aplauden, ahora ella ya no tiene un gesto tenebroso, ahora sonríe, ahora hasta camina la cuerda, se seca las lágrimas y corre burlándose hasta de la ley de gravedad.
Las luces vuelven a las penumbras, y el telón abre su locura dramática, de el sale un mago y su asistente.
La mujer agarra una copa de vino, el toma un sorbo para luego taparla con una pequeña sábana, y al sacarlo la copa desaparece en su lugar hay palomas, palomas blancas, llenan el lugar hasta salir en un abrir y cerrar de ojos por la puerta. El mago sopla su mano, un juego de luces se producen sobre ellas y en el circo llueve, las bailarinas entran nuevamente. Las orillas del escenario se incendian bajo la lluvia, mientras el mago mete a su asistente dentro de su caja, partiendola por la mitad, todos ríen. Vuelve a unir a la mujer, y está al salir de la caja esta aún más hermosa, más decidida y con una sonrisa que contagia a todos de pequeños sueños.
El mago me mira directo a mí, me apunta con su varita mágica, y cierro los ojos. Al abrirlos estoy en mi cama, acostada con veintidós palomas blancas golpeando mi ventana, mientras que el espejo me muestra que ya no estoy maquillada. Me pongo de pie sintiendo la tierra bajo mis talones, camino desnuda, abro el telón, mi ventana, y mi habitación se colma de palomas, de brillantina, música, acróbatas, payasos llorando, la chica de la cuerda floja, y de magos, mientras que los hombres de grises miran del otro lado.
Ahora el circo ya no está en la esquina de casa, ahora el circo está dentro de mí alma, mi cabeza.
Escucho balada para un loco sonando por todos lados, y comienzo a reír.

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