Las cuatro paredes.
Todavía me acuerdo el sonido de mis pasos en la habitación, de cómo sonaba mi cuerpo sobre el suyo y como sus manos parecían dibujar mis partes más íntimas cada vez que me desvestia. Yo nunca había sido de estar durante mucho tiempo con alguien, pero capaz con el me podía llegar a imaginar tomando mates durante tres días seguidos a la luz de la luna, mientras sonaba algún tema de fondo.
Ahora estaba sola en la habitación, me abrazaba a mi misma para darme abrigo y me planteaba miles de cosas sobre mi. Estaba bien, ya no lo lloraba y no le escribía poesías, pero aún me ardia la piel cada vez que lo pensaba, la piel y el corazón. Sabía muy bien que capaz entre un mes más seguro iba a estar besando otros labios, desnudandome entre otros brazos, y despertando en otra cama. Pero lo iba a seguir extrañando, porque yo siempre extraño, porque me llenó de dolor cada vez que pienso qué el otro es el otro, y no va a actuar como yo actuaría, entonces me llenó de angustia, y seguro termine llorando por el en el momento menos pensado, capaz en el medio de un acto sexual con otro u otra, o cuando este caminando por el Museo de Artes Visuales y vea algún cuadro que me conmueva, o dentro de veinte años más cuando este por sacarle una foto a mi hijo antes de su primer día de primaria.
Si, acabo de admitirlo, lo voy a extrañar siempre, lo voy a extrañar como quien extraña su casa cuando apenas acaba de irse de viaje, como supongo que la luna extrañaría al sol para que se esconda y poder salir a su rol. Lo voy a extrañar porque a la gente linda se la extraña, se la llora en los momentos menos inoportunos, se tiembla un poco así como un cosquilleo en la panza cada vez que la nombran, y por último se le escribe mucho aunque ya no te lean. Nos voy a extrañar, me voy a extrañar siendo lo que no soy ya, porque sin el ya no soy la misma, esa parte se fue con el, así que no sólo lloro por el, lloro por los dos, por mi y por todo lo que pudo ser pero no fue.
El amor no se construye, el amor es, así de simple, no se crea, sino que llega como una visita inesperada y te hace bailar en tanga a las cuatro de la mañana en la puerta de casa. El amor es, con todo lo que tiene que ser, y el amor sigue siendo amor aunque nos mire desde la otra avenida.
Ahora estaba sola en la habitación, y se que los recuerdos se empiezan a desvanecer como una tenue cortina de humo. Cierro los ojos, y le pido al universo (porque ya no depende de mi está tristeza o este amor apretado en el pecho) de que sea lo que tenga que ser, aunque tal vez en ese ser ya no esté el. Y eso está bien, aunque el gusto amargo quede en un rincón del corazón, rogando en susurros lejanos una redención.
El mundo sigue girando.