El domingo martillero

Tenue, casi en un próximo off
estoy entre medio de la puerta de salida
y el inconfundible ruido de un televisor
¿para qué lado escapas cuando
la vida llama a los gritos,
pero el alma te aprieta el corazón?
¡qué se yo de soluciones
mientras el océano sube y la lluvia baña!

Entonces los pájaros cantan desafinados,
las murgas guardan un toque los bombos
y yo me quedo sola fumando
entre medio de los crecientes yuyos,
largo un intento de llanto
que no promete más que futuros silencios
atando la garganta en un nudo,
un nudo que no lleva palabras sonoras
sino que palabras mudas,
de esas que sólo con la mirada se desnudan.

La tibieza de este domingo
me tiene hundida en un mar de preguntas,
como odio las voces que recuerdan lo difícil que es la vida cuando el corazón palpita el miedo de la extinción de tu sonrisa.
Así que te agarró la mano, y te doy un beso en la mejilla, de esos besos que piden piedad a la vida, y sentencia a un dios que ya no tiene ojos ni oídos.

El frío que nos invade me hace querer abrazarte, mientras cierro los ojos para robarle al tiempo un par de jugadas,
se muy bien lo que es dibujar la sonrisa
para después esconderla detrás del placard más tarde, ya estuve en estas pisadas quebradas.

Me voy a sentar en el piso y quedarme junto al altar hasta quedarme dormida,
rogando que al despertar todo sea
de esas pesadillas que sólo asustan a quien teme la inevitable huida del reloj,
y te quedes más tiempo a bailar conmigo
en el medio de este salón
que estoy segura
no va a ser lo mismo sin vos.

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