No te pongas el traje
Hace veinte minutos que el reloj va moviendo sus agujas en señal de que el tiempo no lleva a ninguna otra parte que al mismo destino.
Yo estaba sentada en alguna parte de la vida, preguntándome porqué la vida es tan difícil ¿por qué siempre le toca lo peor a todos aquellos que no lo merecen? Seguramente algún religioso contestó con alguna alabanza a algún dios, mientras que yo pienso en la energía y no creo en más nada que no sea el universo.
Creo que todos le tenemos miedo al reloj, al tiempo, a la vida, a cualquier cosa que nos haga sentir menos responsable sobre las cosas que pasan.
Frente a mi desfilan muchos hombres de trajes, hablando por sus celulares último modelo de alguna empresa telefónica que define tu escala social. Llevan zapatos bien lustrados que brillan como manzana recién soplada, y tienen el pelo tan prolijamente peinado que podríamos andar en patineta sobre ellos.
Me acuerdo cuando mi viejo me hablaba de "los monstruos de la sociedad", cuando era pequeña, y yo siempre me imaginaba a un par de borrachos tirados en las calles molestando al peatón. Los olvidados de la sociedad.
Pero hoy, mientras estoy sentada en alguna parte de la vida, llorando menos que ayer, pero endureciendo el alma un poco más que la fecha anterior a la de hoy, me doy cuenta de que los monstruos son los de trajes que pasan esquivando a los olvidados por la sociedad, los monstruos son los que están sentados en el senado, los monstruos son los que miran detrás de unos lentes de sol, y suben el vidrio de sus autos cuando un niño les pide ayuda.
Supongo que el reloj va a seguir moviendo sus agujas, y mi piel algún día va a tener tantas líneas como un mapa político. Pero mientras tanto miro a todos detrás de un cabello despeinado, y con manos libres para ayudar.
Ahora todos ruegan nunca ponerse un traje. Mientras que los de traje juegan a ser todo lo superior, como si fueran mejor que el verdulero de la esquina o la chica que cada mañana madruga para ir a estudiar.
Por favor, no te pongas el traje.