Escrito para el amor propio en tiempos multi viral

Hace media hora que estoy cambiandome para salir. Perdí la cuenta de las veces que me saque una remera, para ponerme otra, mirarme al espejo y de ahi correr para ponerme otra. De golpe me quedo mirando el primer peluche que me regalo mi papá cuando tenía apenas unos días de nacida, lo veo todo roto y recuerdo también cuando hindu apenas llegaba a casa intento hacerlo pedazos, pero logré rescatarlo del asesinato. No sé porqué, pero siento envidia de que un oso de peluche tenga una rescatista.
Estoy en tetas frente al espejo, mirándome detenidamente, pero se muy bien que no me estoy viendo el envoltorio que cubre el alma, sino que el alma misma. Hace una hora que debería haber salido, pero siento que nada me gusta y que solo quiero estar desnuda en mi cama, leyendo algún libro de poesía o suspenso. Entre medio del mar de pensamientos, me siento en la punta de mi cama y le presto atención a uno de los tantos pensamientos que me saluda con euforia pidiéndome que lo reccorra. Me cuestiona el tiempo que perdemos viendo que nos queda mejor como ropa, como combinar una prenda con otra ¿por qué no usamos el mismo Jean que tuvimos en la última cita, con la misma persona que vamos a ver por segunda vez? Nos pasamos miles de horas buscando formas de poder bajar de peso, y parecernos a las mujeres hermosas que salen en las revistas o incluso también a las famosas de la TV. Mira que no estoy diciendo que no son hermosas, pero ¿por qué nos negamos tanto a aceptar que nosotras también somos hermosas? ¿Quién nos hizo tanto daño como para mirarnos al espejo y no aceptarnos, ser nuestros propios discriminadores sociales? Me detengo ahí, en seco, no hace falta respuesta alguna para eso. El único ser humano que sigue permitiéndonos todo ese manojo de inseguridades y adoctrinamientos, nos mira todos los días del otro lado del espejo mientras "nos arreglamos" para salir al mundo y hundirnos en toda esa masa de gente tan imperfecta como nosotros, pero como fieles humanos: negadores a ello.
Alguna vez, en alguno de los tantos libros que leí, recuerdo alguien diciendo que el ser humano sería libre el día que comprendiera la sutil diferencia entre dejar y contribuir. Así que me puse de pie, me puse lo que me hacía sentir cómoda y feliz, más allá de que me quedara bien o mal, y me fui.
Saber la sutil diferencia entre no permitirles a esas voces alimentadas por años y años por una sociedad dormida, que no son mis dueñas. Que la única voz que vale de ahora en mas: es la mía. Saber la diferencia entre dejar que te dominen o romper las cadenas que te ataron tantos años.
Quererse, con todo, y sonreír pero desde el alma.

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