Mar
Vaya a saber desde donde escribo, supongo que estoy en una parte en la cual todos nos frenamos a esperar. Parece que estoy esperando algo, pero no sé que.
Me siento como si estuviera sentada en la arena, descalza, despeinada, mirando hacia un mar de aguas turquesas. Es invierno y estoy en corpiño, pero no tengo frío, porque el frío ya es mío.
Me siento tranquila, pero insegura, mientras miro. Persegui tanto la paz que ahora que la tengo me da miedo, al final concluyó que todo me da miedo, todo menos...
No hay tierras, solo hay agua tranquila que de vez en cuando levanta una ola y da en estampida contra una roca.
¿Que estoy esperando? Si ya no espero nada, pero algo me deja ahí sentada mirando en vez de salir a buscar una nueva tierra. No me voy porque estoy en mi tierra, segura, vacía pero nueva, deseosa de que empiece a contruir sobre ella. Pero sigo sentada, en shock, atascada. El olvido empieza a hacer su llegada y yo me tiró a esperar, que haga lo suyo, que el hielo entre.
El sonido del mar me anuncia que ya es tiempo de ponerse de pie, porque la paz ya está acá. Lo sé, la tranquilidad se guarda como un talismán debajo de mis manos, pero no la aprieto, solo la conservo.
Me acuesto en la arena, cierro los ojos, el viento sopla en mi cara, el agua murmura de fondo.
Nueva era, en tiempos confusos. Una espera que no me anuncia, y yo no la deseo pero la acepto.