El inconsciente

¿A quien querés engañar mientras te pones esa remera de arcoiris?
Mírame a los ojos cuando te hablo, se que me escuchas mientras caminas por la calle y te sambullis en el mar de la cotidianidad nefasta.
Te arreglas la remera, te maquillas las ojeras, pero no hay nada que te salve del negro que hay debajo de todas esas flores.
Me callas con la música, pero estoy ahí, a cada segundo, cada minuto, cada hora.
¿A quien querés mentirle esta vez con ese sutil disfraz de felicidad?
Me escuchas mientras te vestis con ese blanco vestidito de mierda, que te queda bien, pero yo te veo horrible ¿Qué haces?
Sigo aca mientras miras unos ojos que no te transmiten más que estabilidad. Esa estabilidad que nunca vas a conseguir, porque estoy acá, si, acá adentro tuyo desde hace años.
Apagas la luz, te sacas los auriculares, el cuarto se inunda de una pesada oscuridad. Ahora me escuchas claro, me creas una cara y un cuerpo ¿Ya son las cuatro de la mañana? Sabes que de esta parte no hay salida.
Te levantas, te vas a fumar un pucho, entras, te pones a pintar cuadritos de mierda. Lloras. Al fin lloras.
¿A quien querés engañar con tu vista hacia el cielo? Si no crees ni en tus cuentos.
Nunca me voy, solo me tapas. El problema no son ellos, el problema soy yo.
¿A quien querés engañar cuando me buscas callar? No hay forma, no hay lugar, no hay escapatoria cuando quien te habla de forma tan oscura...—te miras al espejo— sos vos misma.
Dale, hace lo de siempre: llora. No hay salida. No hay lugar. No hay cura frente a tanta tempestad.

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