Los aliens tienen el corazón escondido

Estoy caminando sola por la calle, son las 4 de la mañana. Escucho mis alas golpeando con el pavimento, son tan largas que las arrastró, el no poder volar me dejó con su peso.
Me apuro porque la oscuridad me asusta, aunque sin queriendo soy parte de ello. Agachó la mirada, mirando mis pies caminando ligeramente.
Tengo frío porque estoy desnuda. Casi desnuda. Solo llevo el mismo pantalón blanco, pero arriba no llevo nada, estoy desnuda y descalza. Como siempre.
Escucho unos pasos siguiendome y me detengo en seco, me volteó justo a tiempo para encontrarme con el mismo alienígena que estuvo ya hace unas semanas en el jardín de mi casa.
Ambos nos quedamos quietos, en una distancia prudencial, mirándonos.
—Hola.
Como siempre, lo saludo yo.
—Hola, ser divino. Te observé caminar ligeramente, desde mi nave.
—¿Cómo llegas a verme desde ahí?
—Tengo una excelente vista, gracias a mis buenos genes alienígenas. ¿Vos no?
—No—niego— Pero veo otras cosas.
—¿Si?
—Si. Por ejemplo,ahora veo que estás acá triste, y algo disconforme. No sé con qué ni por qué, pero lo veo.
—Yo no tengo corazón ¿Eso no se persibe mediante uno? Eso decía un libro humanoide que encontré hace ya unos cuarenta años atrás.
—Si tenés corazón. Sin corazón no podrías si quiera estar parado acá, el corazón nos da vida, no sentimientos.
El alien dió un fuerte suspiro y negó, acababa de matar una creencia suya de hace ya muchos años. Cuando se matan creencias que creíamos verdaderas, solemos tener mucho miedo, miedo a lo nuevo, y a la verdad.
—No me gusta estar equivocado.
—A veces es necesario que lo estés.
—Yo soy una raza superior, no puedo estar equivocado.
—No, sos una raza. Y como toda raza, para llegar a alcanzar "altura" debes equivocarte varias veces, ahora que sabes la verdad ya vas a poder controlar la realidad de otra forma.
—O no.
Me encogi de hombros.
—Si te gusta la mentira, no.
—Tal vez me siento más cómodo en ella.
—¿En la mentira de que no tenes corazón y por eso no tenes sentimientos hacia nada ni nadie?
—Claro.
—Bueno, eso sí que es triste.
—Me contradecis mucho, yo si quisiera podría hasta fusilarte con cualquier arma que hay dentro de mi nave.—me miro desafiante.
—Eso no me impresiona. Creo que sí realmente pudieras hacerlo ¿Por qué no lo haces?
Hace una mueca y mira para todos lados, como si buscara la respuesta entre las piedras, árboles y calle. Al final, me mira nuevamente a mi.
—¿Por qué te aprecio y sos el único ser que no me trato mal o quizo hacerme daño?
—¿Por qué me aprecias?
—Si.
—Tengo otra mala noticia entonces.
—¿Cuál?
Me acerque un poco más a el, y le sonreí de forma victoriosa.
—Apreciar a alguien es un sentimiento. Lo lamento, pero tenés corazón.
Abrió la boca sorprendido, para luego mirarme enojado. Me quedé de pie viendo cómo me daba la espalda, sube a su nave, toma vuelo y se pierde en menos de un segundo de mi vista.
A veces la verdad nos incómoda tanto, que escapamos de ella pensando que así va a morir.

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