Hay que escupir lo malo

Por ahí sin querer percibo cuando una persona es triste, no habló de una persona de emociones tristes sino de sentimientos tristes. Con solo mirarlos los puedo ver, los puedo sentir, sin nada más que hacer o decir. De golpe me entran ganas de preguntarles cómo estuvo su día, sus vidas, ¿Qué fue lo que les hizo convertir una mirada soñadora en una mirada llena de angustia o de miedos?
La gente triste suele destacar entre medio de la masa y envolver su entorno en un puño.
La gente triste suele convertirse en grandes artistas o en nada, los extremos los acompaña.
De un momento a otro me encuentro preguntándole a un chico de ojos negros y cansados por qué no le gusta el helado, el se ríe y larga un "porque no, no se" silencio. "Bueno, si se. Qué se yo, mi viejo se fue cuando yo era chico y mi vieja laburaba todo el día, viste que todo siempre fue difícil. Los años de antes siempre lo eran, no digo que ahora no, pero los de antes eran peor. Yo siempre veía como mis amiguitos del colegio iban a tomar helado con sus viejos, y yo no. No tenía a mi viejo porque nos había abandonado, y no tenía a mi vieja porque laburaba todo el día. Me dejaban con una señora que me cuidaba todo el día, la cual nunca me pasó la atención que un nene de 6 años se merece. Lo único que hacía yo era ir al colegio, hacer la tarea, ver la tele, hablar con mi abuela por teléfono y rogarle a mi vieja que el domingo me lleve a tomar helado. Nunca paso, los domingos eran sus días libres pero ella lo único que hacía era dormir. Hasta que un día bueno..." Los ojos se le llenan de lágrimas y no sé que decir, porque seguro lo que viene despues es aún más triste.
"¿Queres tomar un helado conmigo? Yo invito" largo con una tenue sonrisa que delata un mudo «yo estoy acá, tranquilo», habló de forma suave para no golpear ningún triste recuerdo que caiga sobre el.
Es miércoles, 10 de la mañana, hacen 3°C y estamos tomando un helado de dulce de leche y otro de frutilla, sentados en un banquito de esos desabridos que ponen fuera de las heladerías. Le hago chistes y lo veo degustar un helado como si fuera lo mejor que tomo en su vida. La mirada de tristeza ahora es una mirada alegre, ahora se le llenan los ojos de lágrimas pero por la risa que le da escucharme contar lo horrible y gratificante que fue hace tres años mi primer año facultativo.
Ruego internamente que nunca se borre de sus labios aquella sonrisa que ahora busca ser transmitida en su mirada. No lo está aún, pero ruego que siga luchando por alcanzar su objetivo y quedarse ahí por siempre.
La gente triste siempre tiene mucho que contar, por ahí los ves usando máscaras para tapar lo que realmente pasa, pero siempre son delatados. Y cuando se delatan tenés que abrazarlos, no hace falta el contacto físico, a veces tan solo con estar ahí al lado y escucharlos se vuelve oro entre sus manos.
El muchacho en cuestión de vez en cuando me llama y salimos a caminar por ahí, mientras escuchamos Charly Garcia, su cantante favorito, en los auriculares de el, uno yo y el otro el. Comimos muchas veces más helado, y ahora se convirtió en uno de sus postres favoritos.
La última vez que nos vimos me tiro un "¿Te cuento un secreto? Siempre me gustó el helado, pero viste como es la cosa, no quería probarlo" se encoge de hombros y sonríe ampliamente.
Entonces entendí que los miedos y malos recuerdos tienen que ser escupidos para poder dejar entrar la esperada luz a nuestra alma.

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