Dolores.
Creo que la conocí a los 15 años, cuando recién la vida empezaba, para mi. Cuando los sueños comenzaban a tomar su vuelo y detonaban en mi suaves secuelas de "¿Por qué no ser así?" Dolores apareció una tarde de verano, a unos días o meses de un día importante, se disfrazo entre varias personas hasta que a propósito nos chocamos frente a frente. Jamás la pude mirar a la cara antes, pero aquel día la mire fijamente como quien se encuentra con la muerte. Supe entonces que la vida estaba lista para dar su primer golpe, y la inocencia estaba en su etapa prematura. No me preparé para dolores, jamás estuve lista para ella, jamás quise ser su amiga y mucho menos su amante, pero ella apareció de todos modos en la ciudad. Constantemente me frecuentaba, más de noche que de día y cuando menos la necesitaba. Tocaba con sus manos mis puntos más débiles, y me desmoronaba como quien tira la última pieza del yenga. Dolores duro años en mi vida, sin ser invitada, sin ser llamada, se supo ...