Periodo de silencio externo.
Cuando uno se aleja de todo por un tiempo ¿Por qué lo
hace? ¿Qué lo lleva a apagar el teléfono y a encerrarse entre cuatro paredes?
Me pregunto que pasa con el exterior durante ese periodo, qué pasa con las
mentes que uno busca aunque sea hacer cosquillas con su ausencia.
El periodo de aislamiento es esa parte en la cual todo
empieza a replantearse dentro de nosotros con ánimos desgastados, es como re
leer el final de un libro para encontrarle una segunda parte, con un mensaje
entre letras o con algo que jamás nos habíamos percatado de que estaba ahí
hasta que leímos esos cinco renglones nuevamente.
Durante ese tiempo de silencio externo todo duele el
doble, y no sé si es solo porque pensamos de mas o porque estamos realmente
viendo las cosas como son sin agentes externos, estamos contemplando todo en
estado puro, sin filtros, sin absolutamente nada que nos de dobles opciones.
Puedo decir que este tiempo es necesario. Uno puede
llorar, pensar, existir y penar, sin nadie diciendo del otro lado “¡che! ¿Tanto
drama? Hay cosas peores”
Se necesita romperse a solas para volver armarse de nuevo
de la misma forma, o incluso tal vez para armarnos más duros, mas fríos, con
menos sonrisas y con mas desconfianza, pero uno se arma para volver a
enfrentarse a eso que lo dejo en ese periodo de silencio.
Hay gente que le teme a estas cortas soledades, puedo
pensar entonces que tal vez le teme porque se teme así mismo y al sonido que
puede provocar su cabeza entre medio de tanto silencio. Tal vez esas personas
que le tienen tanto miedo a la soledad son seres aun más tristes de los que si
nos arriesgamos a este mute de bullicios.
¿Cómo podría cerrar esto? Simplemente diciendo que
escribo entre escombros rodeados por la misma nada y por un infinito de
tristezas que fueron alimentados por mas tristezas. Estoy en el bendito
silencio externo, buscando armarme de nuevo.
Podría zambullirme y dejarme ahogar entre medio de aguas
turbias que se dejan movilizar por un cuerpo agotado de tanto aguantar, pero
ahogarme jamás fue el plan, el haber nacido tan sola me dio la fuerza de diez,
de veinte y de cien, tengo muchas ganas de nadar y mucho amor para teñir todas
estas negras aguas que no hacen más que buscarme para arrastrarme hacia el
fin.